Recientemente, y de la forma más inesperada, me
topé online con la esquela de mi primer amor. Falleció hace dos años, a los 51.
Hace más de 20 años que nos conocimos. La última
vez que nos vimos, fue hace algo más de 10. Yo caminaba por una calle de Hackney y él hizo
sonar el claxon de su coche y se detuvo unos instantes para hablarme. No sabía
que yo estaba de regreso en Londres. Me gustó mucho verle, y pensé que nos
volveríamos a encontrar en algún momento. Ahora tengo la certeza de que esto no
sucederá nunca.
Le conocía muy poco. Realmente nos vimos muy
pocas veces, aunque yo pasé mucho tiempo pensando en él platónicamente. Al
volver la vista atrás pienso que debí desconcertarle bastante.
Nos conocimos en Heaven. Él me eligió entre la
multitud. Yo era un niñato con ganas de comerme el mundo por los pies, y él se había
cruzado en mi camino - un poco como un gigante gentil. Así que inevitablemente
convertí la historia en un romance tormentoso - más bien imaginario - en mi
cabeza.
Al mirar atrás tengo un montón de recuerdos
maravillosos de este hombre. De él en sí no mucho más que su sonrisa, que era
realmente excepcional y apuntaba un trasfondo de tristeza que no conseguí
desenmarañar. Pero de lo que me hizo sentir, los recuerdos son interminables,
la mayoría demasiado íntimos para escribirlos aquí. Entre los otros, los hay
bastante embarazosos; caminar de Clapham a Streatham Hill recogiendo flores, esperar
cualquier excusa para telefonearle (recuerdo particularmente una llamada desde
una cabina telefónica en el Paralelo en su cumpleaños), mi primer beso en su
Rover SD1 (que me encantaba), mi primer cita, frente a la estación de Covent
Garden (cuando la Piazza aún no era peatonal), una tortilla de patatas cocinada
en un wok con aceite de girasol, confesar que no sabía planchar…
Los recuerdos físicos son mucho más escasos; creo
que conservo alguna carta y un par de fotos suyas en casa de mis padres.
La muerte es un acontecimiento que nos lleva a
la reflexión. Nosotros no tuvimos amigos comunes, ni existe nadie con quien
pueda hablar de él que le hubiera conocido. Supongo que por eso he sentido la
necesidad de escribir aquí.
Me hubiera gustado conocerle más, hacerle
saber que, una vez disipadas mis desilusiones románticas, le tenía mucho cariño.
También me gustaría saber cómo murió, pero sobretodo, espero que fuera feliz, y
que no sufriera.
Desde aquí quiero darle las gracias por todo
lo que me dio, y sobretodo, por todo lo que no me quitó.
IN MEMORIAM
BASIL BRADY 1961 - 2012
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