ATREVERSE A SOÑAR
A veces lo más dificil de los sueños es atreverse a soñarlos.
Hace ya casi dos décadas, cuando apenas había comenzado a intentar abrirme paso en la jungla de esta ciudad que adoro y que me ha enseñado y dado tanto, me quedé deslumbrado en un escaparate en pleno Knightsbride.
Andaba de paseo con mi amigo Juanjo. Esto era lo único que nuestra economía nos permitía en aquellos comienzos de luces y sombras, cuando éramos dueños del mundo sin saberlo. Nos cobijamos de un chaparrón en la entrada de una joyería cerca de Harrod's, y al girarnos, nos encontramos con una exposición de diamantes amarillos. El brillo de aquellos diamantes me quedó en la retina ya para siempre. Nunca había oído hablar de diamantes amarillos, y desde luego, nunca los había visto. Para mí fue una epifanía: la realización de las cosas que ni siquiera sabía que no tendría nunca. No fue una realización amarga, por eso; lo que me quedó fue la belleza de las piedras y la capacidad de belleza y sorpresa infinita de la naturaleza. Por suerte las posesiones materiales nunca me han obsesionado.
Hoy puedo lucir en mi mano un diamante amarillo. Por que sí, porque me lo ha regalado la vida. Pero lo maravilloso no es poseerlo, lo maravilloso es que está incrustado en mi anillo de boda. ...Y si no me atrevía a soñar con un diamante amarillo, desde luego no se me hubiera pasado por la imaginación que un día encontraría a un hombre que quisiera compartir su vida conmigo; y mucho menos que las leyes nos permitirían casarnos.
Eran sueños insoñables. Por inalcanzable que me parecieran los pequeños brillantes amarillos en su momento, eran el más insignificante de los sueños que no me atrevía a soñar y que hoy son realidad.