Sunday 7 October 2012

AIRGAMBOY EN JAPÓN



El lejano oriente nunca ha sido un lugar que me ha atraído particularmente, pero imagino que de entre todos los países y culturas orientales, tal vez la que más me ha llamado la atención ha sido Japón.

Conocer Japón ha sido maravilloso, aunque soy consciente de que apenas he conseguido arañar la superficie de todo lo que acontecía a mi alrededor.

Una de las pruebas más difíciles al llegar al Japón fue convertirme en analfabeto. De repente, no puedo leer los carteles de las calles, ni lo que dicen los anuncios de publicidad, ni puedo escuchar conversaciones ajenas, perdiendo así una gran parte de la noción de qué es qué y obligándome a trabajar con suposiciones e hipótesis imposibles de verificar. Eso sí, hay los suficientes carteles en inglés para hacer la navegación por las ciudades una tarea no imposible; aunque el metro de Tokio creo que se le resiste hasta a los locales.

En Japón todo es una experiencia. Al llegar a Tokio te encuentras con una urbe interminable, fea, pero ordenada, segura, y limpia como no he visto otra. Y es que una de las cosas que más me ha sorprendido de Japón y de los japoneses ha sido su pulcritud. Desde taxistas de guante blanco a trenes en los que hasta la más mínima superficie ha sido cuidadosamente pulida.

Como el diálogo con los locales no ha sido muy fluido, y principalmente se ha centrado en cuestiones básicas de intercambio de información práctica, todo lo que puedo hacer es lanzar hipótesis: Tal vez estas dos características del país (la pulcritud y el orden) estén relacionadas con el budismo, ya que me ha dado la impresión que los japoneses aceptan la responsabilidad individual que les corresponde a ellos y a su entorno inmediato, que es un principio muy budista, y muy diferente del cristianismo que se refugia en la voluntad divina. Claro que esto es solo una teoría, porque también he visto muestras de una total incapacidad a utilizar la discreción y el sentido común para saltarse cualquier regla elemental, ni por razones cívicas (como que alguien te cambie el asiento para viajar junto a tu compañer@ de viaje en el tren).

Las reglas son observadas a rajatabla. Todo el mundo circula por el lado correcto, espera en línea su turno y cruza los semáforos solamente cuando está verde. En cuanto a los niños, su comportamiento es ejemplar, muy distante del de los europeos, a los que los padres se empeñan en convertir en insoportables dictadores.

Lo que más me ha impresionado, a pesar de ir advertido, han sido los wc´s. Las tazas de wc´s en Japón cuentan con un mando a distancia que se utiliza para controlar los diferentes chorros de agua caliente y fría en una dirección y en otra que te dejan el trasero como los chorros del oro, de una forma mucho más eficaz, higiénica, ecológica y placentera que el sistema europeo de limpiarse con papel. En este aspecto (y tal vez en varios otros) deben considerarnos unos bárbaros. No entiendo como este sistema no se ha extendido ya por todo el mundo.

He de decir que aparte del logro tecnológico de los retretes, Japón me ha resultado en muchos aspectos anticuado. Imagino que en los 60, ir a Japón y ver el bullet-train, y las autopistas y vías de ferrocarril aéreas, los mares de neón, y las máquinas expendedoras etc debe haber resultado muy futurista, pero ahora que tenemos todas cosas en Europa, solo que más nuevas, por haber llegado más recientemente, Japón aparece un poco demodé.

Luego están las cosas que se me han escapado totalmente y que ni siquiera he conseguido explicarme con hipótesis, como las niñas vestidas de Manga, con pelucones monumentales, calcetines de encaje, minifaldas con enaguas, bolsos con estampado de cerezas… O las colegialas vestidas de Lolitas, maquilladas como puertas y con uniformes de enfermera porno… Estas dos tribus urbanas (si es lo que son) me han chocado particularmente por lo sexual en un país que por lo demás me da la impresión de que es muy reprimido (el ambiente gay prácticamente no existe, al menos no de forma abierta y accesible, y los pocos locales que hay, están llenos de occidentales). También de vez en cuando se veían personas (en su mayoría mujeres) vestidas al estilo tradicional, que es muy estético y elegante. Pero no me ha quedado claro si iban a algún evento, o vestían así por motivos de trabajo, de identidad, político, o es sencillamente una opción estética.

Y hablando de experiencias, la comida merece un aparte. De toda la comida oriental, la japonesa es sin duda la que menos me disgusta (porque a mí lo que realmente me tira es lo mediterráneo, sea del sur o del norte, de oriente u occidente. He probado cosas realmente deliciosas (aunque no siempre he estado seguro de saber lo que estaba comiendo), con texturas y colores inauditos, pero al final del viaje, tenía muchas ganas de un risotto o un buen bistec con sus patatas fritas.

En relación con este tema, solo mencionar que en la obligada visita al mercado de pescado estuve a punto de tener un ataque de ansiedad al comprobar que vendían tortugas para comer. Esto nunca se lo podré perdonar a los japoneses!

La verdad es que el viaje no ha sido lo suficientemente largo como para hacer una inmersión en la cultura. La visita a Kioto si duda ha sido mi parte favorita. Kioto es una ciudad preciosa con casas tradicionales y lo suficientemente pequeña como para poder salir de ella y experimentar la naturaleza, que es mucho más exuberante y tropical de lo que esperaba. El paseo por el bosque de bambú fue sin duda una de las experiencias más especiales.

En Kioto además tuve el privilegio de experimentar vivir en una casa tradicional de papel y madera, con bañera de pino, con jardín japonés propio, y sirvienta particular vestida de geisha que servía la comida en el suelo y desenrollaba el tatami por la noche y disponía de él por la mañana antes de traer el desayuno. Definitivamente es un sitio al que me gustaría volver con más tiempo.

Sobre las impresiones de Japón hay infinidad de cosas que se me quedan en el tintero sobre las que podría disertar sobre horas: el origami, las artes plásticas, los jardines, las geishas, las chanclas de madera, la religión... pero como toda marikita que se precie, voy a terminar con una reflexión sobre la carencia general de chulos espectaculares. Y si que he visto algunos japoneses monos, en contra de lo que esperaba, pero en general, yo creo que pasaría mucha hambre en el país del sol naciente.

Mi consejo, como siempre es ir a verlo y experimentarlo en carnes propias, que las experiencias de segunda mano son siempre como las sombras platónicas…

1 comment:

Patricia said...

Yo quiero ir antes de morirme y vestirme de niña manga con pelucón y cerezas. Me parece muy atractiva la idea de pasar un tiempo en una cultura tan diferente.

¡Besos!