Monday 4 June 2012

AIRGAMBOY EUROVISIVO




Eurovisión me ha fascinado desde pequeñito. Recuerdo que antaño, las retransmisiones del festival eran precedidas por unos momentos en los que sonaba el Te Deum sobre el logo de Eurovisión que –al menos en mi casa- aparecía en blanco y negro.

Eran unos momentos que se me hacían eternos, en los que imagino que algún operario estaría enchufando sabe KH29 qué satélite para que pudiéramos recibir al mundo exterior en nuestras casas. Me pregunto si en por entonces ya ansiaba explorar los lugares que nos traía Eurovisión.

En aquellos años, la canción española de Eurovisión nos era presentada con antelación ocupando espacio entre la publicidad; y yo –religiosamente- me había aprendido la letra antes de que llegara la ansiada noche del festival. La primera canción que recuerdo haberme aprendido fue “Enséñame a cantar” de Mickey. Creo que en el vídeo salía un Renault 4 blanco con unos globos (los coches, otra de mis obsesiones, de las que hablaré en otra ocasión”.

Por aquél entonces, el festival era mucho más elitista. Los artistas eran elegidos a dedo y los espectáculos tenían lugar en teatros de lujo. Los asistentes iban de esmoquin y ellas llevaban pieles y joyas. No hay nada como ver la actuación de Massiel en el Royal Albert Hall para hacerse una idea (qué grande YouTube! Para los más frikis, vale la pena buscar la versión que canta después de saber que ha ganado, en la que incluye un coro en inglés que dice: “he gives me love, la,la,la “I can´t live without him).

Se cantaba con orquesta y en el idioma oficial de cada país. En aquellos tiempos, los países enviaban a sus mejores artistas: (Raphael, Conchita Bautista, Paloma San Basilio…) e incluso a algunos “prestados” (Olivia Newton-John, Demis Roussos, Celine Dion, Katrina and the Waves…) y, dado el prestigio del festival, algunos de los participantes se convirtieron en estrellas fuera sus fronteras (ABBA, Cliff Richards, Julio Iglesias…)

Desde entonces el festival ha evolucionado mucho, y ciertamente no para mejor. Creo que los cambios empezaron en 1981, cuando los Bucks Fizz utilizaron el número de las faldas arrancadas, y el resto de países se percató del poder de la puesta en escena. Esto degeneró en la introducción de auténticas horteradas que acabaron haciendo de Eurovisión un circo. Los organizadores, dispuestos a salvar el festival a toda costa, al percatarse del interés de la comunidad gay por el festival, decidieron que esto debía ser explotado. Y como siempre, la interpretación heterosexual de la cultura gay, tuvo resultados nefastos.

Sin duda el peor error de Eurovisión fue el permitir que los países canten en el idioma de su elección (i.e. en inglés); seguido muy de cerca por la ampliación del número de participantes a límites absurdos. La introducción del voto popular acabó por estropear el evento, ya que permite que los países del Este de Europa se voten entre ellos haciendo imposible para otros países ganar el festival (para ilustrar esto, no hay nada más que analizar la trayectoria del Reino Unido, que año tras año amenaza con retirarse). El festival tocó fondo probablemente en 2008 (el año que España envió el vergonzoso número de circo de Rodolfo Chikilicuatre, único año en el que me he negado a ver el festival).

En 2009, Rusia organizó el mejor certamen en 20 años, tirando la casa por la ventana y devolviendo parte del prestigio perdido al festival, sustituyendo el voto popular por una combinación de éste sistema con jurados especializados. A partir este año, el festival de Eurovisión ha vuelto a ver algunas estrellas de serie B en sus escenarios (Patricia Kaas. Tatu, Jade Ewen…), pero aún con recelo y sin atraer a los grandes nombres

Hoy en día, mi principal razón para ver Eurovisión es quedar con amig@s y hacernos unas risas. Cada año me enfado muchísimo porque nunca gana quien yo quiero (la última vez que ganó mi favorita fue Sertab Erener en 2003). Pero el festival sigue fascinándome y sigo disfrutando de las actuaciones en directo (que cada vez son más raras en televisión). Me encanta comentar los modelazos, las coreografías, y votar en casa, entre copas y tortilla de patatas, y reírnos de las votaciones, tan previsibles e injustas…

Atrás queda la fascinación infantil por lo extranjero, lo desconocido, el glamour, no se si porque han desaparecido del certamen, o porque ahora forman parte de mi vida cotidiana.

Qué maravilla cuando se viven los sueños!


1 comment:

Patricia said...

Vivir tu propio sueño es la mayor fortuna que uno puede tener ¡Un beso!